domingo, 24 de abril de 2016

Canti dell'attesa


Giarratana, Sabrina (testo) e Possentini, Sonia María Luce (illustrazioni), Canti dell’attesa, Torino, Il Leone Verde Edizione, 2015

Canti dell’attesa, es decir, Cantos de la espera, es un libro que acaba más o menos justo donde empezaba el libro de Sivia Vecchini que reseñamos hace unos días aquí mismo, Finalmente qui, y que por lo tanto le serviría de complemento perfecto. Mientras que este último era un libro pensado para los padres y el recién nacido, y reflejaba desde el nacimiento hasta los primeros pasos, el de Giarratana es una colección de poesías que habla desde diversos ángulos del período de gestación y que acaba cuando el niño ha venido al mundo e inicia su camino dentro de él. Sin embargo, la diferencia no radica solo ahí, pues estamos ante dos libros totalmente distintos en lo que respecta al proyecto gráfico, editorial y literario, y no solo en cuanto al tema.
Para empezar, y por centrarse en primer lugar en aquello que resulta más evidente, el formato es completamente distinto. Canti dell’attesa es un álbum de gran tamaño y tapa dura (es decir, un álbum convencional), mientras que Finalmente qui era un libro pequeño y en cartoné; las poesías están escritas en letras minúsculas, cuando en el libro de Silvia Vecchini estaban en mayúsculas, y, por tanto, pensadas para primerísimos lectores; y, en el caso de las ilustraciones, las de Sonia Maria Luce Possentini son mucho más evanescentes y líricas que las de Sualzo, por lo que sin duda parecen buscar dos receptores muy distintos.
Pero la diferencia principal quizás radique en el tipo de receptor, y eso nos conduce ineludiblemente a una reflexión sobre el lector pretendido y el destinatario de este tipo de libros. Cuando comenté el libro de Vecchini hablé de que pocas veces se había materializado de una forma tan exacta la existencia de ese doble destinatario que siempre está presente en la literatura infantil, ya que en sus páginas encontrábamos los poemas propiamente dichos junto con las instrucciones sobre cómo leerlos. Si aquellos podían estar dirigidos tanto a los padres como a los hijos, estos últimos, en cambio, estaban claramente destinados a los primeros, de manera que el doble destinatario que está implícito en toda obra infantil aquí se convertían en dos voces distintas que convivían en las páginas. El caso de Canti dell’attesa es muy distinto, porque los poemas no tienen ese doble destinatario, y porque el propio libro abre en sí mismo un interrogante que no es del todo baladí cuando se habla de literatura infantil: ¿para quién estás pensado este libro? ¿A quién se dirige?
El libro lo encontré en la Sala de Bebés de la Biblioteca Sala Borsa de Bolonia, pero dicho hallazgo esconde quizás una cuestión mucho más honda. Dicha sala es un espacio en el que hay que dejar los zapatos en una estantería que se encuentra al entrar y donde los padres pueden acudir con sus hijos a leer, a leerles. La mayor parte del suelo está cubierto por una mullida alfombra donde niños y mayores se tumban tranquilamente, con todos los libros a su alcance. Allí Canti dell’attesa estaba en la sección de filastrocche, es decir, de poesías populares para la primera infancia, una pequeña estantería comparada con el resto de géneros, como era de esperar.
Obviamente, y aunque por el tema estuviera en la sección de bebés de la biblioteca, este no es un libro para primeros lectores, ni para prelectores, ni tampoco para que niños más pequeños empiecen a manipularlo y familiarizarse con él. Desde el punto de vista objetual, es demasiado grande; y, desde el punto de vista, literario, es quizás demasiado complejo, con poemas un tanto largos y complejos, por mucho que mantengan la sonoridad propia de la filastroccha y sin duda resistan la prueba de ser leídos en voz alta. Además, el libro va precedido de un prólogo escrito por Beatrice Benfenati, que, según confiesa al inicio del mismo, lleva treinta y cinco años enseñando yoga prenatal. Durante todo este tiempo ha llegado a la conclusión de que el embarazo es un período de tiempo muy breve para transmitir a las futuras madres todos los significados que están escondidos detrás de las sensaciones que acompañan la espera.
Este es un libro, pues, que se inscribe en una latente e interesante paradoja genérica (de género literario, no del otro: lo aclaro porque en este contexto puede haber confusión) que creo que merece la pena ser estudiada. Es un poemario que se dirige sobre todo a las futuras madres (aunque los padres pueden también incorporarse al viaje, por supuesto) y que, por lo tanto, tienen un lector pretendido claramente adulto; pero, al mismo tiempo, por su apariencia paratextual (formato, ilustraciones) y por el tipo de discurso literario es un libro que entraría sin duda dentro de lo que llamamos literatura infantil, y que además resistiría la prueba del ser leído con, es decir, de ser leído a un niño en voz alta, por la sonoridad de sus versos, por el tamaño, por la importancia de las ilustraciones. Estamos, pues, tal vez ante el nacimiento de un subgénero liminar que, como acabo de decir, convendría sin duda explotar.
Dicho esto, y ya centrándonos en Canti dell’attesa como libro de poesía propiamente dicho, debemos mencionar antes que nada el anterior poemario de la autora, Poesie di luce, sobre todo porque entre los dos se establece una línea de continuidad muy clara que supone un avance respecto a las obras anteriores, aun sin abandonar ciertas constantes. El punto de contacto más evidente – por visual – entre ambos libros es que ambos están ilustrados por la misma artista, Sonia Maria Luce Possentini, lo cual les confiere un ineludible aire de familia. Pero no parece casual que la autora haya vuelto a confiar en esta ilustradora después de su otra (y exitosa en cuanto al resultado) experiencia juntas. En Poesie di luce Giarratana daba un salto respecto a sus obras anteriores, y ofrecía un poemario más lírico y sutil, menos pegado a la sonoridad de la filastrocca y al imaginario infantil. Como ya he dicho varias veces en este blog, es normal que los libros de poemas para niños tengan un tema común que unifique todos los poemas y sirva de hilo conductor, y eso lo podíamos ver en Filascuola y Filastrocche in valigia. En Poesie di luce hay un tema común también, la luz, pero este es tan evanescente, tan general, que en realidad el poemario es mucho más variado, pues explota la luz desde sus más diversas perspectivas simbólicas y materiales, porque la luz es una materia en sí misma paradójica y rica en significados. El resultado es un poemario más lírico que lúdico, y ese lirismo queda subrayado por unas ilustraciones como las de Possentini, que poseen también esa calidad evanescente y difusa, tal vez porque están hechas con acuarela. En este sentido, no me queda más remedio que hablar otra vez de Silvia Vecchini, porque Poemi di luce me recuerda mucho al tándem que formaron dicha autora y Marina Mercolin en Poesie della notte, del giorno, de ogni cosa intorno, pues también Mercolin usa la acuarela para subrayar el delicado mucho lírico de Vecchini (quien, sin embargo, cambia de tercio y de ilustrador en sus otros dos libros de poesía). A diferencia de Poemi della luce, que tenía un formato pequeño, aquí estamos ante un formato grande, y por lo tanto las ilustraciones ganan en importante frente a nuestra mirada. Sin embargo, el tono es más o menos el mismo, tanto en los poemas como en las ilustraciones, y el resultado es parecido.
Canti dell’attesa trata evidentemente de la espera, y lo hace desde dos puntos de vista distintos pero desiguales. Hay uno mayoritario que es el de la madre, en cuya voz se pone la mayor parte de los poemas. La madre normalmente habla a su futuro hijo (“Tu non sei pronto, non lo sei ancora / Sei in posizione, ma non è ora”), al que por otro lado se le da la palabra en algunas ocasiones, y se van reflejando las distintas fases por las que pasa hasta que se produce el nacimiento, en las que no está ausente la incertidumbre, el temor, la sorpresa y la duda. Pero hay también poesías en las que oímos la voz del futuro niño, aunque se trate más bien de un desdoblamiento de la propia madre, una manera de tomar distancia frente a su propio estado y de expresarse de otra manera. Es lo que leemos, por ejemplo, en cuatro poemas seguidos que reflejan los últimos momentos del embarazo y la llegada al mundo (Canto delle onde in arrivo, Canto dell’abbandono, Canto della zattera, Canto dell’attraversamento). En ellos, el niño que va nacer siente la ineludible llegada del cambio de estado, que es visto aquí como un viaje difícil y agitado (“Sto attraversando su un’onda alta /Sto attraversando, ora si salta”, como una travesía en la que hay que buscar asideros. O, como dice el título de la siguiente composición, una balsa:

“Sono nel mare, mare in tempesta
Mentre nel mondo tutto si arresta
Cerco una zattera e fuori non c’è
Perché la zattera è dentro di me
Ecco l’approdo, ecco il mio posto
Devo restarci ad ogni costo
Ho una certezza in questo mare
Lo riuscirò ad attraversare”

(Canto della zattera).


Así, el mar, el agua y el viaje se convierten en un símbolos muy importantes en varios pasajes (“Aspetto il mare, lo aspetto a riva / Aspetto il tuffo di un’onda viva”; “Mare bambino, mare raccolto / Del tuo silenzio sono in ascolto”; “Sono il guardiano della tua acqua / Sono il guardiano della tua riva (…) / Piccola spugna che stai sul fondo”) y confieren al libro en su conjunto su peculiar textura imaginaria, que se completa con la inherente textura acuática de las ilustraciones, las cuales no se limitan a recrear simplemente el texto, sino que recogen su potencial imaginario para usar imágenes altamente simbólicas que complementan los versos en una relación que podríamos considerar propia de un álbum.
El viaje, claro está, acaba con la llegada al mundo del niño, ya en los tres últimos poemas: Canto del primo respiro, Canto della contemplazione y Canto del cercatore. Pero el propio libro insinúa al final, con el último poema, que el viaje no acaba ahí, que el viaje dura toda la vida y que, durante el mismo, se encuentran tesoros en los propios dedos  (“Il cercatore viaggia nel tempo / Per chi lo aspetta il viaggio è lento / E mentre viaggia trova la vita / Trova il tesoro tra le sue dita”). En la segunda de estas últimas secuencias aparece la imagen de un bebé, pero las otras dos son mucho más simbólicas, ya que reflejan un árbol en medio de un prado y un cielo estrellado, nuboso y con la luna en una esquina. Son solo tres ejemplos de por dónde van los tiros en la ilustración, y cómo esta recoge las sugerencias de los versos sin caer en la literalidad.
        En suma, lo más interesante del libro, aparte del tema en sí mismo y de las implicaciones genéricas y de lectura que hemos comentado, es que en él Sabrina Giarratana logra algo muy difícil: conseguir una sonoridad y un ritmo propios de la filastrocca sin por ello renunciar al potencial, metafórico y evocador de un lenguaje pleno de simbolismo y de imágenes, con el que además intenta renovar el imaginario ligado a un tema tan universal como la espera. Y la ilustradora, Sonia Maria Luce Possentini, la acompaña en este viaje y sabe ampliar imaginariamente los poemas para enriquecerlo y, en suma, enriquecernos, independientemente de a quién vaya dirigido este viaje.  

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